Un viejo es un conocedor y profundo analista de las cosas secretas de la Vida y el mundo, a su vez que resulta ser un tonto en el instante de proceder sobre las actividades que nos asalta en el Quehacer diario.

Es decir que el viejo necesita del apoyo del joven. En cambio el joven necesita la sabiduría y orientación del viejo. AMBOS SE NECESITAN MUTUAMENTE PARA DARLE SENTIDO Y MOVIMIENTO A LAS CUESTIONES DE LA VIDA.

El viejo carece del brío del cual el joven hace alardes, lo primero que afecta al viejo es la falta de fuerzas en las piernas y rodillas, le sigue la pérdida de una resistencia total corpórea, después la incapacidad de descubrir las acechanzas y engaños que lo rodean, tener por honrados y leales aquellos con los que tienen frecuente contactos haciendo total olvido de las experiencias, desengaños y traiciones sufridas a lo largo de su existir; disminución de la visión y una creciente debilidad diaria.

Cada día amanece con nuevas alteraciones y dolores que le hacen pensar la inutilidad de los medicamentos que a diario injiere considerando la posibilidad de atenderse con otro profesional de la salud, o tal vez verse con un "curioso" que pueda descubrir males enviados que lo tienen así de cansado y adolorido. No se piensa que se está tan viejo, ya que solo tiene ochenta años y debe estar fuerte como lo era hace unos pocos años atrás (veintitantos años pasados).

El viejo repite incesantemente: "Esta juventud actual no sabe nada más que fumar, tomar, drogarse y carecer de la menor ética y pretende enseñarme a mí lo que es la vida; el mundo está echado a perder nada sirve, nada es como antes". El viejo suele llenar de mentiras al joven diciéndole: muchacho yo en mis tiempos caminaba por los aires, comía tiburón vivo; me arrancaba los cayos a tiros, tú no sabes nada, pero llegado el día de cobrar la jubilación o el retiro, el viejo llama al joven: Epa no te me vayas a ir, que me tienes que llevar al banco porque yo ya no puedo hacerlo solo; y el joven que lo comprende sonríe y lo acompaña.

Los jóvenes no le temen a nada ni a nadie, no les importa sufrir las consecuencias que se deriven de sus acciones, siempre están alegres y dispuestos; añoran poseer los conocimientos que tienen los viejos para triunfar en la vida y siguen las sendas que el viejo recorrió. Son la esperanza, el futuro, la continuidad de la vida en su más hermosa extensión; si los jóvenes no existieran tampoco la vida existiría ni el famoso poeta Rubén Darío hubiera dicho: "Juventud divino tesoro, ya te vas para no volver, cuando quiero llorar no lloro y otras veces lloro sin querer".